La mala pata de Bruma y la pajarita de Antonio Bueno en Sin categoría

En Cáceres siempre han gustado los perros. Contaba Miguel Muñoz de San Pedro en su libro 'La ciudad de Cáceres', que en el año 1882 en las tertulias cacereñas se hablaba del perro Paco que vivía en Madrid. «Paco asistía a conciertos y estrenos teatrales - escribió -, como cualquier racional espectador, sentado en su butaca, atento al escenario y saliendo a pasear en el vestíbulo durante los descansos. A la salida del teatro, iba todas las noches al café Fornos, el famoso y típico lugar de reunión de aristócratas e intelectuales, donde nunca faltaba quien le invitase a cenar». Decía que al salir del café siempre acompañaba a su casa a su anfitrión, marchándose luego a dormir a una cochera en la calle Fuencarral. Al perro Paco se le veía en bares, salas de fiestas, paseos, en el Ateneo y en las iglesias, comportándose siempre con corrección. Se vendían 'corbatas Perro Paco', 'pulseras Perro Paco', y hasta en un periódico de la época se tituló: «Se espera, de un momento a otro, que el perro Paco empiece a hablar. Es lo único que le falta para ser un hombre».